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Blas Botello, el nigromante
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Blas Botello, el nigromante
La literatura define a los nigromantes como hechiceros mortales que han estudiado las artes prohibidas para intentar escapar de la muerte. En esta mística, romántica y misteriosa, se les adjudica un profundo conocimiento de la magia necromante que consiste en controlar a los No Muertos1, comunicarse con los espíritus y quizá hasta revivir a sus cadáveres con el objeto de obtener consejos sobre el futuro. Más allá de toda ficción, que los hay los hay. Son conocidas las anécdotas de altos mandatarios y personas poderosas influenciadas por el consejo premonitorio que en algunos casos, ha cambiado el curso de la historia, como el caso que vamos a describir a continuación.
"La literatura define a los nigromantes como
hechiceros mortales que han estudiado las artes prohibidas
para intentar escapar de la muerte."
El clásico de la nigromancia es el de la bruja de Endor mencionada en la Biblia (1 Samuel 28), que invoca al espíritu de Samuel en presencia de Saúl. En el Deuteronomio se nos previene contra la práctica canaanita de la adivinación mediante el recurso del contacto con los muertos. Caldeos y persas, etrurios y babilonios cuentan sobre el poder de los nigromantes tanto en su literatura como en sus crónicas. En La Odisea, el protagonista (Odiseo) viaja al Hades einvoca a los espíritus de los muertos mediante hechizos que aprendió de Circe.
En la mitología nórdica, Odín llamaba a los muertos para que le predijeran su futuro. En Grecia, en Roma y también en Cartago era de uso corriente la invocación a los espíritus para la adivinación, de igual modo que en las religiones antiguas de África como el voodoo, el palo mayombe y en ciertas ramas del espiritismo y la santería.
El napolitano Blas Botello Puerto de Plata, apodado el nigromante, no está definitivamente documentado. Se habla de él de manera elíptica, al menos cuando se hace referencia a sus cuestionables poderes de adivinación, con los que acometió contra su principal cliente: Hernán Cortés. Hijo de padres hidalgos, este misterioso personaje, que hubo residido algún tiempo en Roma y que conoció la lengua de Virgilio, fue un aficionado a desvelar los arcanos astrológicos. Al parecer, vaticinaba incansablemente a tontas y a locas, pero rara vez sus pronósticos se tomaban en consideración hasta que consiguió influir sobre las decisiones de Cortés.
Allá por 1520, Tenochtitlán era la capital del imperio azteca. Enclavada en el centro de un magnífico espejo de agua, tenía la impronta de una capital bulliciosa, con mercados sobrepoblados de caminantes y consumidores. Completaban el paisaje, las canoas flotando pesadamente en la laguna, transportando mercancías, compradores y curiosos, visitantes locales y forasteros. Quinientas mil almas trashumaban esas calles, pesadamente. Algo había abatido la alegría: el emperador Moctezuma, Dios terreno y Señor de todo lo conocido, era prisionero de Hernán Cortés en el Palacio Central. Había sido capturado en un audaz golpe y, a pesar de concederle una estadía tranquila y con algunos beneficios extraordinarios, su ánimo se apagaba día tars día. Tontamente creyó que los dioses blancos lo habían bendecido con su visita trayéndoles la felicidad y la abundancia.
Sus súbditos, parecían mansos y resignados, como evitando comprender el verdadero status del monarca. En principio, se les dio a creer que Moctezuma era un huésped de los dioses blancos, que llegaron en sus naves flotantes desde el lugar donde habitaba el sol. Poco a poco la actitud de espera en silencio comenzó a transformarse en un peligroso asedio cada vez más bullicioso y demandante.
Cortés, astuto en su hipótesis de ganar la calma mediante la sugestión, obligó a Moctezuma a mostrarse ante su pueblo para que les ordene terminar con la protesta, encabezada por Cuitlahuac que asumió un liderazgo de proyectiles, lanzas, flechas y voces alzadas. El conflicto crecía y era terminal.
Moctezuma es un problema de difícil solución –se dijo Blas Botello -. Entonces recomendó maliciosamente a Hernán Cortés que dejara hablar al monarca, que a la postre sería ejecutado por su propio pueblo.
El emperador accedió a la azotea, cubierto con su manto imperial blanco y azul, de plumas de quetzal. La turba escuchó mansamente la orden de apaciguarse y llamarse a silencio.
-Vienen en amistad –les dijo desde la terraza – depongamos y entreguemos nuestras armas…
En ese instante, lejos de acatar la demanda de Moctezuma, el pueblo azteca inició el griterío y una lluvia de proyectiles cayó sobre ellos hiriendo gravemente al monarca en la cabeza. Murió pocas horas después y la noticia circuló por toda la ciudad como llevada por el diablo.
La historia recuerda la noche del 30 de junio de 1520,
como la Noche Triste, en la que Hernán Cortés y
sus hombres sufrieron una histórica derrota
en las afueras de la actual ciudad de México
Los ataques, cada vez más feroces y numerosos en cantidad de agresores, obligaron a los españoles a replegarse dentro del Palacio. El sitio los aisló del agua y los alimentos comenzaron a faltar, la situación era desesperante y las perspectivas de escape, mínimas. Era el anticipo de una muerte segura.
Tres días con sus noches, los hombres de Cortés soportaron el sitio, tres días en los que pasaron de conquistadores a conquistados.
¿Qué magia habrá persuadido a Hernán Cortés de que su posición tenía alguna ventaja?, ¿cómo podría evaluar sus chances si a cada momento la moral de su gente disminuía en forma inversamente proporcional a la multiplicación de las hordas que lo amenazaban? Para peor, estaba el oro, por el que habían venido y ya se tenían cobrado.
Pasó lo que tenía que pasar, confió en su suerte, realizó una mala jugada. Se dejó aconsejar por Blas Botello, el nigromante. Es que desde siempre el hombre ha intentado conocer el futuro, cuánto más si se siente acorralado, para tomar decisiones (o acaso tomar carrera para dar el salto mortal).
Botello había estado mascullando profanidades durante todo el día, convencido de tener una visión clara del futuro inmediato. Comulgó con sus muertos, elevó a la vida a los espectros y consiguió que le dijeran al oído, milagrosamente, que esa noche era la indicada para escapar de la contienda; no obstante - confesó con irrefutable certeza Botello-, quien morirá seré yo…
Francisco de Aguilar2 describe un corto diálogo en su Relación breve de la conquista de la Nueva España:
..Sucedió un día que Alonso de Ávila, capitán de la guardia del capitán Hernando Cortés, se fue a su aposento cansado y triste, y tenía por compañero a Botello Puerto de Plata, el cual fue aquel que dijo al marqués en Cempoala: "Señor, daos prisa, porque don Pedro de Alvarado está cercado y le han muerto un hombre". Y así como entró le halló llorando fuertemente y le dijo estas palabras: "¡Oh señor! ¿Ahora es tiempo de llorar?". Respondióle: "¿Y no os parece que tengo razón? Sabed que esta noche no quedará hombre de nosotros vivo si no se tiene algún medio para poder salir"...
La noche del 30 de junio de 1520, que la historia recuerda como la Noche Triste, en la que Hernán Cortés y sus hombres sufrieron una histórica derrota en las afueras de la actual ciudad de México, murieron 860 infantes de Castilla, y 4000 indios evangelizados de Tlaxcala.
Cortés dio la señal de partida y bajo el más absoluto silencio, marcharon por un puente de canoas en dirección a Tlacopan (Tacuba) sigilosamente, cuidando que los caballos no relincharan. Al llegar al canal Tolteca Acaloco, una anciana que había salido a buscar agua, advirtió la huida de los españoles y avisó a los guerreros aztecas. Pronto empezó a sonar el tambor del templo de Huitzilopochtli y los españoles se vieron rodeados por miles de embravecidos guerreros. En cuestión de minutos la laguna que rodeaba Tenochtitlan se infectó de canoas repletas de nativos armados con lanzas y flechas, en tanto desde las azoteas, miles de guerreros atacaban la retaguardia mientras los nativos cortaban los puentes a tierra firme, puentes compuestos por un tándem de canoas amarradas unas con otras.
La retirada de Cortés de Tenochtitlán se transformó en masacre y se reconoce como paradigma del error militar, puesto que quedó demostrado tras la reconquista sucedida poco después, que si lograban contener el sitio al menos se habría evitado la matanza indiscriminada.
Cuando decidió que era tiempo de partir, dio órdenes precisas de abandonar todo peso innecesario “que cada uno haga lo que quiera con su parte de oro” -dijo-. Habían previsto llevar un puente móvil para cruzar los huecos de la calzada, pero sólo pudo utilizarse una sola vez, porque el peso de la multitud lo enterró de tal manera en la orilla, que fue imposible sacarlo.
Pensar que un día, poco tiempo atrás, arribaron a esas tierras, y fueron recibidos con pompa, boato y reverencias de los aztecas que los consideraban dioses. El mismísimo Moctezuma había salido a saludarnos, con su ropa real y sus sandalias de oro. En cambio esta noche, a falta de puente hubo que salir a nado y allí comenzó el desastre: los soldados se ahogaban por el peso del oro en los bolsillos, los caballos huían espantados y caían a la laguna, mientras el pueblo azteca, se acercaba en canoas y los azotaba en el agua. Fue una paliza. Los españoles se morían de avaricia a palazos. Algunas descripciones de textos sobre esta Noche Triste, mencionan que el agua se había tornado en color bermellón y que miembros y cabezas desolladas flotaban por doquier.
Francisco López de Gómara3, describe en su Historia general de las Indias:
..Cortés a esto se paró, y aun se sentó, y no a descansar, sino a hacer duelo sobre los muertos y que vivos quedaban, y pensar y decir el baque la fortuna le daba con perder tantos amigos, tanto tesoro, tanto mando, tan grande ciudad y reino; y no solamente lloraba la desventura presente, más temía la venidera, por estar todos heridos, por no saber adónde ir, y por no tener cierta la guardia y amistad en Tlaxcala; y ¿quién no llorara viendo la muerte y estrago de aquellos que con tanto triunfo, pompa y regocijo entrado habían?...
De nada sirvieron los esfuerzos del propio Cortés luchando con denuedo pero sin éxito, para evitar la masacre de cientos de soldados e indígenas, entre ellos los hijos de Moctezuma que llevaban como prisioneros.
Los que consiguieron salvarse, incluido Cortés, llegaron a la ciudad de Tacuba y, sin pérdida de tiempo, se dirigieron hacia un templo fortificado en una colina donde encontraron provisiones y reposo.
Blas Botello, como azote del destino, efectivamente acertó con su vaticinio y pereció en la huída. Se encontró entre sus pertenencias, una petaca con forma de falo que servía como amuleto o talismán. Algunos comentarios posteriores o citas literarias, lo recuerdan como una persona extraña, que echaba conjuros e invocaba al Diablo.
Sepultado por el olvido y convertido en leyenda, Botello forma parte de algunas pequeñas referencias, efímeras frente a la masacre, que no es anécdota sino historia pura.
1- Se denomina No Muertos a espíritus que han quedado atrapados entre la vida y la muerte, su cuerpo físico sigue entre nosotros pero su alma no trasciende . Un ejemplo de esto es el personaje de Bram Stoker, Drácula o los zombies en el voodoo.
2-Francisco de Aguilar (1479-1571) fue un soldado conquistador español que participó con Hernán Cortés en la conquista de Tenochtitlan, tuvo una encomienda localizada entre Puebla y Veracruz en donde estableció un mesón, sin embargo se vio obligado a vender sus bienes, para posteriormente ingresar a la orden de santo Domingo.
3- Eclesiástico e historiador español que destacó como cronista de la conquista española de México, a pesar de que nunca atravesó el Atlántico. Aunque tampoco viajó al Nuevo Mundo, escribió muchas obras que se refieren a su conquista.
Fuente: www.plume.com.ar/newsletter/03-09/mitos_01.html
"La literatura define a los nigromantes como
hechiceros mortales que han estudiado las artes prohibidas
para intentar escapar de la muerte."
El clásico de la nigromancia es el de la bruja de Endor mencionada en la Biblia (1 Samuel 28), que invoca al espíritu de Samuel en presencia de Saúl. En el Deuteronomio se nos previene contra la práctica canaanita de la adivinación mediante el recurso del contacto con los muertos. Caldeos y persas, etrurios y babilonios cuentan sobre el poder de los nigromantes tanto en su literatura como en sus crónicas. En La Odisea, el protagonista (Odiseo) viaja al Hades einvoca a los espíritus de los muertos mediante hechizos que aprendió de Circe.
En la mitología nórdica, Odín llamaba a los muertos para que le predijeran su futuro. En Grecia, en Roma y también en Cartago era de uso corriente la invocación a los espíritus para la adivinación, de igual modo que en las religiones antiguas de África como el voodoo, el palo mayombe y en ciertas ramas del espiritismo y la santería.
El napolitano Blas Botello Puerto de Plata, apodado el nigromante, no está definitivamente documentado. Se habla de él de manera elíptica, al menos cuando se hace referencia a sus cuestionables poderes de adivinación, con los que acometió contra su principal cliente: Hernán Cortés. Hijo de padres hidalgos, este misterioso personaje, que hubo residido algún tiempo en Roma y que conoció la lengua de Virgilio, fue un aficionado a desvelar los arcanos astrológicos. Al parecer, vaticinaba incansablemente a tontas y a locas, pero rara vez sus pronósticos se tomaban en consideración hasta que consiguió influir sobre las decisiones de Cortés.
Allá por 1520, Tenochtitlán era la capital del imperio azteca. Enclavada en el centro de un magnífico espejo de agua, tenía la impronta de una capital bulliciosa, con mercados sobrepoblados de caminantes y consumidores. Completaban el paisaje, las canoas flotando pesadamente en la laguna, transportando mercancías, compradores y curiosos, visitantes locales y forasteros. Quinientas mil almas trashumaban esas calles, pesadamente. Algo había abatido la alegría: el emperador Moctezuma, Dios terreno y Señor de todo lo conocido, era prisionero de Hernán Cortés en el Palacio Central. Había sido capturado en un audaz golpe y, a pesar de concederle una estadía tranquila y con algunos beneficios extraordinarios, su ánimo se apagaba día tars día. Tontamente creyó que los dioses blancos lo habían bendecido con su visita trayéndoles la felicidad y la abundancia.
Sus súbditos, parecían mansos y resignados, como evitando comprender el verdadero status del monarca. En principio, se les dio a creer que Moctezuma era un huésped de los dioses blancos, que llegaron en sus naves flotantes desde el lugar donde habitaba el sol. Poco a poco la actitud de espera en silencio comenzó a transformarse en un peligroso asedio cada vez más bullicioso y demandante.
Cortés, astuto en su hipótesis de ganar la calma mediante la sugestión, obligó a Moctezuma a mostrarse ante su pueblo para que les ordene terminar con la protesta, encabezada por Cuitlahuac que asumió un liderazgo de proyectiles, lanzas, flechas y voces alzadas. El conflicto crecía y era terminal.
Moctezuma es un problema de difícil solución –se dijo Blas Botello -. Entonces recomendó maliciosamente a Hernán Cortés que dejara hablar al monarca, que a la postre sería ejecutado por su propio pueblo.
El emperador accedió a la azotea, cubierto con su manto imperial blanco y azul, de plumas de quetzal. La turba escuchó mansamente la orden de apaciguarse y llamarse a silencio.
-Vienen en amistad –les dijo desde la terraza – depongamos y entreguemos nuestras armas…
En ese instante, lejos de acatar la demanda de Moctezuma, el pueblo azteca inició el griterío y una lluvia de proyectiles cayó sobre ellos hiriendo gravemente al monarca en la cabeza. Murió pocas horas después y la noticia circuló por toda la ciudad como llevada por el diablo.
La historia recuerda la noche del 30 de junio de 1520,
como la Noche Triste, en la que Hernán Cortés y
sus hombres sufrieron una histórica derrota
en las afueras de la actual ciudad de México
Los ataques, cada vez más feroces y numerosos en cantidad de agresores, obligaron a los españoles a replegarse dentro del Palacio. El sitio los aisló del agua y los alimentos comenzaron a faltar, la situación era desesperante y las perspectivas de escape, mínimas. Era el anticipo de una muerte segura.
Tres días con sus noches, los hombres de Cortés soportaron el sitio, tres días en los que pasaron de conquistadores a conquistados.
¿Qué magia habrá persuadido a Hernán Cortés de que su posición tenía alguna ventaja?, ¿cómo podría evaluar sus chances si a cada momento la moral de su gente disminuía en forma inversamente proporcional a la multiplicación de las hordas que lo amenazaban? Para peor, estaba el oro, por el que habían venido y ya se tenían cobrado.
Pasó lo que tenía que pasar, confió en su suerte, realizó una mala jugada. Se dejó aconsejar por Blas Botello, el nigromante. Es que desde siempre el hombre ha intentado conocer el futuro, cuánto más si se siente acorralado, para tomar decisiones (o acaso tomar carrera para dar el salto mortal).
Botello había estado mascullando profanidades durante todo el día, convencido de tener una visión clara del futuro inmediato. Comulgó con sus muertos, elevó a la vida a los espectros y consiguió que le dijeran al oído, milagrosamente, que esa noche era la indicada para escapar de la contienda; no obstante - confesó con irrefutable certeza Botello-, quien morirá seré yo…
Francisco de Aguilar2 describe un corto diálogo en su Relación breve de la conquista de la Nueva España:
..Sucedió un día que Alonso de Ávila, capitán de la guardia del capitán Hernando Cortés, se fue a su aposento cansado y triste, y tenía por compañero a Botello Puerto de Plata, el cual fue aquel que dijo al marqués en Cempoala: "Señor, daos prisa, porque don Pedro de Alvarado está cercado y le han muerto un hombre". Y así como entró le halló llorando fuertemente y le dijo estas palabras: "¡Oh señor! ¿Ahora es tiempo de llorar?". Respondióle: "¿Y no os parece que tengo razón? Sabed que esta noche no quedará hombre de nosotros vivo si no se tiene algún medio para poder salir"...
La noche del 30 de junio de 1520, que la historia recuerda como la Noche Triste, en la que Hernán Cortés y sus hombres sufrieron una histórica derrota en las afueras de la actual ciudad de México, murieron 860 infantes de Castilla, y 4000 indios evangelizados de Tlaxcala.
Cortés dio la señal de partida y bajo el más absoluto silencio, marcharon por un puente de canoas en dirección a Tlacopan (Tacuba) sigilosamente, cuidando que los caballos no relincharan. Al llegar al canal Tolteca Acaloco, una anciana que había salido a buscar agua, advirtió la huida de los españoles y avisó a los guerreros aztecas. Pronto empezó a sonar el tambor del templo de Huitzilopochtli y los españoles se vieron rodeados por miles de embravecidos guerreros. En cuestión de minutos la laguna que rodeaba Tenochtitlan se infectó de canoas repletas de nativos armados con lanzas y flechas, en tanto desde las azoteas, miles de guerreros atacaban la retaguardia mientras los nativos cortaban los puentes a tierra firme, puentes compuestos por un tándem de canoas amarradas unas con otras.
La retirada de Cortés de Tenochtitlán se transformó en masacre y se reconoce como paradigma del error militar, puesto que quedó demostrado tras la reconquista sucedida poco después, que si lograban contener el sitio al menos se habría evitado la matanza indiscriminada.
Cuando decidió que era tiempo de partir, dio órdenes precisas de abandonar todo peso innecesario “que cada uno haga lo que quiera con su parte de oro” -dijo-. Habían previsto llevar un puente móvil para cruzar los huecos de la calzada, pero sólo pudo utilizarse una sola vez, porque el peso de la multitud lo enterró de tal manera en la orilla, que fue imposible sacarlo.
Pensar que un día, poco tiempo atrás, arribaron a esas tierras, y fueron recibidos con pompa, boato y reverencias de los aztecas que los consideraban dioses. El mismísimo Moctezuma había salido a saludarnos, con su ropa real y sus sandalias de oro. En cambio esta noche, a falta de puente hubo que salir a nado y allí comenzó el desastre: los soldados se ahogaban por el peso del oro en los bolsillos, los caballos huían espantados y caían a la laguna, mientras el pueblo azteca, se acercaba en canoas y los azotaba en el agua. Fue una paliza. Los españoles se morían de avaricia a palazos. Algunas descripciones de textos sobre esta Noche Triste, mencionan que el agua se había tornado en color bermellón y que miembros y cabezas desolladas flotaban por doquier.
Francisco López de Gómara3, describe en su Historia general de las Indias:
..Cortés a esto se paró, y aun se sentó, y no a descansar, sino a hacer duelo sobre los muertos y que vivos quedaban, y pensar y decir el baque la fortuna le daba con perder tantos amigos, tanto tesoro, tanto mando, tan grande ciudad y reino; y no solamente lloraba la desventura presente, más temía la venidera, por estar todos heridos, por no saber adónde ir, y por no tener cierta la guardia y amistad en Tlaxcala; y ¿quién no llorara viendo la muerte y estrago de aquellos que con tanto triunfo, pompa y regocijo entrado habían?...
De nada sirvieron los esfuerzos del propio Cortés luchando con denuedo pero sin éxito, para evitar la masacre de cientos de soldados e indígenas, entre ellos los hijos de Moctezuma que llevaban como prisioneros.
Los que consiguieron salvarse, incluido Cortés, llegaron a la ciudad de Tacuba y, sin pérdida de tiempo, se dirigieron hacia un templo fortificado en una colina donde encontraron provisiones y reposo.
Blas Botello, como azote del destino, efectivamente acertó con su vaticinio y pereció en la huída. Se encontró entre sus pertenencias, una petaca con forma de falo que servía como amuleto o talismán. Algunos comentarios posteriores o citas literarias, lo recuerdan como una persona extraña, que echaba conjuros e invocaba al Diablo.
Sepultado por el olvido y convertido en leyenda, Botello forma parte de algunas pequeñas referencias, efímeras frente a la masacre, que no es anécdota sino historia pura.
1- Se denomina No Muertos a espíritus que han quedado atrapados entre la vida y la muerte, su cuerpo físico sigue entre nosotros pero su alma no trasciende . Un ejemplo de esto es el personaje de Bram Stoker, Drácula o los zombies en el voodoo.
2-Francisco de Aguilar (1479-1571) fue un soldado conquistador español que participó con Hernán Cortés en la conquista de Tenochtitlan, tuvo una encomienda localizada entre Puebla y Veracruz en donde estableció un mesón, sin embargo se vio obligado a vender sus bienes, para posteriormente ingresar a la orden de santo Domingo.
3- Eclesiástico e historiador español que destacó como cronista de la conquista española de México, a pesar de que nunca atravesó el Atlántico. Aunque tampoco viajó al Nuevo Mundo, escribió muchas obras que se refieren a su conquista.
Fuente: www.plume.com.ar/newsletter/03-09/mitos_01.html
Re: Blas Botello, el nigromante
no, conocia esta historia m, gracias por la informacion.
Zephiroth- Instruido en secretos
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Localización : El fin del mundo
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