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¡ENTERRADO VIVO!
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¡ENTERRADO VIVO!
t¿QUÉ HARÍA USTED SI FUERA ENTERRADO VIVO?...
¡NO ESTABA MUERTO, SE ENCONTRABA EN UN ESTADO MUY PROFUNDO DE CATALEPSIA!
“Lo único que deseo para mi entierro es no ser enterrado vivo”. (Lord Chesterfield).
Esa angustiosa frase refleja muy claramente que existe algo mayor que el miedo a la muerte, y es la gran preocupación de que un mal día nos lleguemos a encontrar dentro de un ataúd.
Imagínese el lector que estamos solos, sin poder movernos, envueltos en una oscuridad completa, casi sin oxígeno, y teniendo plenamente la terrible certeza de que hemos sido… ¡Enterrados vivos!
En todos los países y en distintas épocas se han dado a conocer muchos casos donde, aun dentro de la caja mortuoria e incluso en el mismo instante del velatorio, los ‘muertos’ se levantan y, ante el enorme susto de todos los presentes, vuelven a vivir.
Los médicos han demostrado plenamente que la mayoría de los sucesos de ‘muertos que vuelven a la vida’, se relacionan con una enfermedad conocida como catalepsia, también llamada parálisis de sueño, o catatonia.
La catalepsia se define científicamente como el estado nervioso patológico en el que se suspenden las sensaciones y se inmoviliza el cuerpo, quedando en cualquier postura, antinatural y hasta incómoda.
En ella, las personas se quedan con el cuerpo en la posición en la cual caen cuando les da el ataque o en la postura que tienen en ese momento cuando les da la catalepsia, ya sea estando acostados, sentados, hincados, en fin.
Esta reacción se suele observar en casos severos de esquizofrenia catatónica, pero también puede ser inducida por el estrés o por ciertos medicamentos tales como el haloperidol.
La catatonia es una afección que presenta una característica clínica bien precisa... El enfermo se queda en una posición como si fuera un feto.
Por otra parte, el semblante del catatónico es de una palidez especial, debida a una vasoconstricción de los vasos y capilares de la cara.
Si sumamos a este color terroso del rostro la desaparición de la vivacidad en la mirada, tenemos la impresión de encontrarnos verdaderamente con un cadáver.
En la Edad Media, los enfermos catalépticos fueron tomados por muertos y enterrados vivos, ya que no se conocía la verdad y la gente pensó que sí habían resucitado y nacieron multitud de leyendas.
En la actualidad, y ya conociendo la enfermedad ocurre todavía a veces, principalmente en poblados y en lugares rurales pero no se trata de ineficiencia por parte de los profesionales de la medicina, sino que el fenómeno existe y no se sabe cuando puede aparecer por primera vez.
Pero aún así, en muchas ocasiones la muerte clínica es certificada, aun contando con los aparatos necesarios para revisar los signos vitales.
Hay tres tipos de muerte: La clínica, la somática y la molecular.
La clínica es aquella que dictamina un médico, después de revisar los signos vitales por medio de un estetoscopio, la reacción de pupila de ojo, la punción de encías, el vaho en fosas nasales y un espejo, hasta el uso de cardioscopios para detectar la frecuencia vital.
La muerte somática se puede definir cuando el sujeto efectivamente está muerto, pero sus órganos siguen vivos. Es el caso de los implantes de riñón o incluso de corazón. Los tejidos son conservados una vez extraídos del muerto e injertados en otro cuerpo.
La muerte molecular ocurre cuando la cadena de descomposición abarca todo el cuerpo. Es imposible revertir el proceso.
La pregunta que cabe hacer, es: ¿Muerte, dónde estás…?
Parece ser que la muerte más ‘confiable’ es sin duda alguna, la molecular.
Pero ni los tipos de muerte ni la existencia de la catalepsia pueden explicar el hecho tan difundido de los Enterrados Vivos, cuya inquietante popularidad dio origen al llamado velorio de 24 horas, tal cual hoy lo conocemos.
Son numerosísimos los ejemplos que se relatan de boca en boca de gentes sepultadas en vida, como es el caso del famosísimo Joaquín Pardavé, entre otros.
Durante el conflicto de Vietnam se supo que muchos de los cadáveres de soldados que retornaban para ser sepultados en su país, presentaban signos de haber vuelto a la vida dentro del féretro.
Por lo general, en los enterrados vivos, al ser abierto el ataúd, se han hallado marcas de rasguños en el interior de la tapa y el cuerpo colocado boca abajo.
En la actualidad, hay empresas que han hecho su modus vivendi en la gente que es muy temerosa de ser sepultada en vida.
Para ello han creado unos insólitos féretros que se pueden abrir por dentro o que tienen alarmas que se accionan poniendo las manos en la tapa, y que están comunicadas a la administración del panteón.
Hay quienes se hacen enterrar con celulares, o con una agenda electrónica conectada a una compu donde puede dejar un mail de aviso de que vengan a sacarlo.
Otros ataúdes tienen hasta tanques de oxígeno y algo de comida seca. Y sistemas de aviso al exterior de que el occiso no estaba muerto, andaba de parranda…
¡NO ESTABA MUERTO, SE ENCONTRABA EN UN ESTADO MUY PROFUNDO DE CATALEPSIA!
“Lo único que deseo para mi entierro es no ser enterrado vivo”. (Lord Chesterfield).
Esa angustiosa frase refleja muy claramente que existe algo mayor que el miedo a la muerte, y es la gran preocupación de que un mal día nos lleguemos a encontrar dentro de un ataúd.
Imagínese el lector que estamos solos, sin poder movernos, envueltos en una oscuridad completa, casi sin oxígeno, y teniendo plenamente la terrible certeza de que hemos sido… ¡Enterrados vivos!
En todos los países y en distintas épocas se han dado a conocer muchos casos donde, aun dentro de la caja mortuoria e incluso en el mismo instante del velatorio, los ‘muertos’ se levantan y, ante el enorme susto de todos los presentes, vuelven a vivir.
Los médicos han demostrado plenamente que la mayoría de los sucesos de ‘muertos que vuelven a la vida’, se relacionan con una enfermedad conocida como catalepsia, también llamada parálisis de sueño, o catatonia.
La catalepsia se define científicamente como el estado nervioso patológico en el que se suspenden las sensaciones y se inmoviliza el cuerpo, quedando en cualquier postura, antinatural y hasta incómoda.
En ella, las personas se quedan con el cuerpo en la posición en la cual caen cuando les da el ataque o en la postura que tienen en ese momento cuando les da la catalepsia, ya sea estando acostados, sentados, hincados, en fin.
Esta reacción se suele observar en casos severos de esquizofrenia catatónica, pero también puede ser inducida por el estrés o por ciertos medicamentos tales como el haloperidol.
La catatonia es una afección que presenta una característica clínica bien precisa... El enfermo se queda en una posición como si fuera un feto.
Por otra parte, el semblante del catatónico es de una palidez especial, debida a una vasoconstricción de los vasos y capilares de la cara.
Si sumamos a este color terroso del rostro la desaparición de la vivacidad en la mirada, tenemos la impresión de encontrarnos verdaderamente con un cadáver.
En la Edad Media, los enfermos catalépticos fueron tomados por muertos y enterrados vivos, ya que no se conocía la verdad y la gente pensó que sí habían resucitado y nacieron multitud de leyendas.
En la actualidad, y ya conociendo la enfermedad ocurre todavía a veces, principalmente en poblados y en lugares rurales pero no se trata de ineficiencia por parte de los profesionales de la medicina, sino que el fenómeno existe y no se sabe cuando puede aparecer por primera vez.
Pero aún así, en muchas ocasiones la muerte clínica es certificada, aun contando con los aparatos necesarios para revisar los signos vitales.
Hay tres tipos de muerte: La clínica, la somática y la molecular.
La clínica es aquella que dictamina un médico, después de revisar los signos vitales por medio de un estetoscopio, la reacción de pupila de ojo, la punción de encías, el vaho en fosas nasales y un espejo, hasta el uso de cardioscopios para detectar la frecuencia vital.
La muerte somática se puede definir cuando el sujeto efectivamente está muerto, pero sus órganos siguen vivos. Es el caso de los implantes de riñón o incluso de corazón. Los tejidos son conservados una vez extraídos del muerto e injertados en otro cuerpo.
La muerte molecular ocurre cuando la cadena de descomposición abarca todo el cuerpo. Es imposible revertir el proceso.
La pregunta que cabe hacer, es: ¿Muerte, dónde estás…?
Parece ser que la muerte más ‘confiable’ es sin duda alguna, la molecular.
Pero ni los tipos de muerte ni la existencia de la catalepsia pueden explicar el hecho tan difundido de los Enterrados Vivos, cuya inquietante popularidad dio origen al llamado velorio de 24 horas, tal cual hoy lo conocemos.
Son numerosísimos los ejemplos que se relatan de boca en boca de gentes sepultadas en vida, como es el caso del famosísimo Joaquín Pardavé, entre otros.
Durante el conflicto de Vietnam se supo que muchos de los cadáveres de soldados que retornaban para ser sepultados en su país, presentaban signos de haber vuelto a la vida dentro del féretro.
Por lo general, en los enterrados vivos, al ser abierto el ataúd, se han hallado marcas de rasguños en el interior de la tapa y el cuerpo colocado boca abajo.
En la actualidad, hay empresas que han hecho su modus vivendi en la gente que es muy temerosa de ser sepultada en vida.
Para ello han creado unos insólitos féretros que se pueden abrir por dentro o que tienen alarmas que se accionan poniendo las manos en la tapa, y que están comunicadas a la administración del panteón.
Hay quienes se hacen enterrar con celulares, o con una agenda electrónica conectada a una compu donde puede dejar un mail de aviso de que vengan a sacarlo.
Otros ataúdes tienen hasta tanques de oxígeno y algo de comida seca. Y sistemas de aviso al exterior de que el occiso no estaba muerto, andaba de parranda…
Mysterio- Guardian de Drarknillion
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