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Sobre Los Secretos...

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Mensaje por Drark Mar Oct 07, 2014 12:15 am

Si hay algo en lo que personalmente quería diferenciarme de otros foros es en el hecho de interpretar ciertas cuestiones "olvidadas"... Del valor general que conllevan los términos.
Todos pueden encontrar temas dedicados a los OVNIS, o sobre fantasmas y otros tipos de seres sobrenaturales. Sin embargo nos olvidamos de todo lo que los Misterios terminan abarcando, nos centramos en solo algunos aspectos y dejamos algo muy importante de lado.

Es por eso que siempre he deseado tratar sobre los "SECRETOS", una parte fundamental para entender de lo que va esto de los Misterios.
Podemos quizás entender como hay una fina linea que separan los conceptos, o quizás uno lo tenga como sinónimos, significando exactamente lo mismo.

Con esto de explicar los Misterios a través de "Los Secretos" tal vez es la forma más adecuada de investigar sobre el carácter global de su significado, entendiendo que en Internet no se puede encontrar nada sobre lo que me refiero si buscamos con la clave "Misterios". Aquí saltarían cualquier tipo de cosas que se alejan de la profundidad a la que quiero llegar.
Con esta simple introducción les dejo cierta información que pude recolectar. Veamos...


Última edición por Mysterio el Mar Abr 26, 2016 7:16 pm, editado 2 veces (Razón : Corregí ortografía y puse descansos entre párrafos.)
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Mensaje por Drark Mar Oct 07, 2014 12:17 am

De Rumores, Filtraciones y Cotilleos...

Aunque se trata de un "género inferior", los rumores, filtraciones y cotilleos pertenecen a la misma especie del esoterismo; o, cuando menos, son "parientes".
Se trata de una tentación que está bien reflejada en el refrán que dice: "La Información es Poder".
Es indudable que existe en nosotros una atracción morbosa hacia las "informaciones privilegiadas" o las noticias "en exclusiva". Los motivos pueden ser diversos: Desde el deseo de protagonismo, hasta el ansia de curiosidad o el intento de superar las incertidumbres.

Lo cierto es que ese afán desmedido de novedades, genera fácilmente una dinámica que nos aboca a multitud de "cotilleos", "vaticinios", "rumores", "filtraciones", "suposiciones"...
Sin embargo, no es verdad que el acceso a determinados "secretos" nos preserve del riesgo de cometer errores.
Muchas veces sucede lo contrario: cuanto más dispersos y ávidos de novedades estamos, más descentrados y alejados vivimos de nuestra propia realidad y del momento presente.
La conclusión que extraemos es clara: La fidelidad a la verdad exige la renuncia a la pretensión de conocer y controlarlo todo.

En esta cultura tan marcada por la ansiedad, me atrevería a destacar la importancia de los siguientes rasgos de madurez: Callar sobre lo que no se sabe; renunciar a curiosidades indiscretas que no son de nuestra competencia; no hablar de los ausentes, y si fuera necesario, hacerlo con discreción; renunciar a ejercer de profetas sin serlo; no preocuparse a destiempo; relativizar los problemas; y practicar el "santo abandono"...


Última edición por Mysterio el Mar Abr 26, 2016 7:18 pm, editado 1 vez (Razón : Corregí ortografía y puse descansos entre párrafos.)
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Mensaje por Drark Mar Oct 07, 2014 12:43 am

Sobre los Rumores
Alfonso Fernández Tresguerres
Cotilleo y Chismorreo, Rumores y Habladurías

Sobre Los Secretos... N092p03

No sé yo de dónde vendrá esta afición al cotilleo a la que tantos son adictos. Acaso haya sido en sus orígenes –remontándonos incluso a nuestro más remoto pasado evolutivo– una forma de control y de sanción social: el deseo de no andar en boca de todo el mundo pudo haber resultado un mecanismo efectivo para forzar al individuo a adaptarse a las normas del grupo, disuadiéndose de cualquier comportamiento antisocial.
Naturalmente, se trataría, en ese caso, de un mecanismo más, y cuya eficacia no hay por qué suponer mayor que la de otros, y sí, probablemente, menor que la de algunos.
Pero, después de todo, nada sobra cuando lo que está en juego es la supervivencia.

Claro que, en ese caso, podría pensarse que también hoy cumple esas funciones. Y yo no digo que no sea así de cuando en cuando, pero las excede ampliamente.
Que en sus inicios haya servido para lo que hemos dicho, podría ser; que paulatinamente nos hemos aficionado a él hasta convertirlo en un fin en sí mismo, no es una conjetura, sino una certeza: cotilleamos –es preciso reconocerlo– por el mero placer de cotillear.

Proust, sin embargo, le confiere un importante valor psicológico, en tanto que el cotilleo, según él, impide que nuestra mente se duerma en lo que cree que son las cosas, y que no es más que su apariencia; apariencia a la que el cotilleo le da la vuelta mostrándonos un aspecto insospechado del envés de la trama.
Confieso que no sé lo que quiere decir. La sospecha, la duda, incluso la desconfianza, sirven a tal fin; que también lo haga el cotilleo es cosa que no se me alcanza, porque, a lo que yo entiendo, adorna la realidad con tantos ribetes, abalorios y baratijas que antes la oculta que la desvela.
En cuanto a su utilidad, ninguna encuentro que no sea el contribuir al entretenimiento y al regocijo de los que a él se entregan, sin advertir que quien hoy cotillea de otro contigo, mañana lo hará con él de ti.
Porque es debilidad seguramente incurable, y quien la tiene no parará mientes con tal de satisfacerla. Por eso yo, cuando alguien me llama a capítulo para chismorrear, sé de inmediato con quién tengo que andarme cuidado.

Mas puestos a buscarle algún valor psicológico, el cotilleo, en efecto, tiene uno: el poder sentirnos un peldaño por encima –en honradez, inteligencia, buenas maneras o costumbres– de aquél que está siendo despellejado, sin caer en la cuenta de que por menguadas que sean las de éste, nosotros estamos poniendo de manifiesto una estupidez casi ilimitada al pensar que denigrar nos enaltece, y que basta con subrayar la necedad de otro para que el orbe entero quede ciego ante la luz que de inmediato irradia nuestra inteligencia.
El cotilleo, en efecto, cuando no es una forma de maldad lo es de estupidez, y con frecuencia de las dos cosas a un tiempo.

Cotillas los hay en todas partes, y el club de aficionados a tal menester es legión. Así que no me atrevo a pronunciarme sobre si (como a veces se dice) el cotilleo es vicio particularmente extendido entre nosotros: me conformaré con constatar que lo cultivamos con fervor. Al igual que la envidia.
Lo que no tiene nada de extraño, porque la segunda es a menudo una de las principales nodrizas de las que se amamanta el primero: cuando se envidia a alguien o se le ignora o se destruye su reputación. Y téngase la seguridad de que siempre hallará el cotilla envidioso público suficiente que acogerá de buen grado sus intrigas y se hará eco de ellas.

«No son los hechos, sino los rumores –escribe Joseph Joubert– los que provocan las emociones populares. Lo creído lo hace todo [Cuaderno 83.- 17.4.89]».

Muy cierto: antes se halla dispuesta la gente a creerte un asesino en serie que a reconocerte como autor de cualquier obra o acción medianamente pasable.
De lo segundo no se enterará nadie, entre otras cosas porque ya habrá alguien que se ocupe de que nadie se entere; y cuando, por las razones que fuere, no tienen más remedio que enterarse, fingirán no hacerlo.
Prueba, en cambio, a que las iniciales de tu nombre y apellidos aparezcan en el periódico, en un recuadro diminuto en la esquina de cualquier página y con un tamaño de letra que haya que leer con lupa, como sospechoso de cualquier delito (o para el caso que circule el rumor): te conocerán hasta los conductores de autobús, y cuando subas a uno, la viejecita que se encuentra sentada al fondo te señalará con el dedo y cuchicheará con su vecina: «Es aquél».

Así somos: únicamente si alguien se halla lejos, se muere o es inglés tiene alguna posibilidad de ser estimado por nosotros.

Pero si estos son vicios típicamente españoles (y asturianos, por supuesto), permítaseme que declare con toda desfachatez hallarme libre de ellos.
Tengo más que suficiente con tratar de corregir mis defectos como para ocuparme de los del prójimo; y entretenimiento y diversión de sobra conmigo sin necesitar buscarlos en el chismorreo de los demás.
Y si no soy cotilla, menos aún soy envidioso: la envidia es siempre una declaración de inferioridad a la que de ningún modo me hallo dispuesto.
Haga cada cual lo que mejor le venga en gana, obtenga los beneficios que pueda y reciba los honores que tengan a bien tributarle, que a mí con lo mío me basta, y perfectamente me encuentro

toga tritaque meaque
[«con la toga raída, pero mía», Marcial, Epigramas, III, 36:9].

Todo es efímero, y la vida demasiado breve como para perder el tiempo mirando de reojo al vecino. Si de algo he terminado por estar plenamente convencido es de que de ninguna otra forma merece la pena vivir que no sea para el propio contento;

eo magis, quod mihi a spe, metu, partibus rei publicae animus liber erat
[«animábame, además, a ello el hallarme libre de aspiraciones, de recelos y de toda aspiración de partido», Salustio, Conjuración de Catilina, 4, 2-3].

Mas, siguiendo con el asunto, hay que aclarar, por si lo que llevamos dicho hasta ahora pudiera prestarse a alguna confusión, que los cotilleos no son simplemente rumores –aunque el objeto de un cotilleo pueda acabar convirtiéndose en un rumor–.
Ya que, por una parte, el rumor, a fuerza de circular entre la gente, acaba por ser anónimo, y no resulta nada sencillo rastrearlo hasta hallar la fuente originaria de la que nació; y por otra, si bien precisamente ese mismo anonimato le permite derivar con facilidad a la calumnia o la falsedad, no siempre es así, y pueden existir rumores enteramente neutros y hasta referidos a asuntos honrosos –puede circular el rumor, por ejemplo, de quién será el próximo papa o el próximo Nobel de Literatura–.
Finalmente, el rumor, si es tal, es porque aunque pueda tener algún fundamento real, y existan indicios que apuntan a él, no es cosa sabida la veracidad o falsedad del mismo. Un sinónimo adecuado sería «habladuría»: cosas que se dicen, que nadie en concreto las dice, y que circulan de acá para allá –los rumores, en efecto, corren–.

Distinto es, seguramente, el caso del cotilleo. Por un lado, no es nunca una voz anónima, sino que tiene nombres y apellidos, aunque no es infrecuente, ni mucho menos, que el cotilla busque eludir su responsabilidad disfrazando el cotilleo de rumor –se lo han dicho, lo ha oído…– .
Además, no hay cotilleo que no resulte ofensivo para quien es objeto del mismo: a veces porque no es sino un cúmulo de injurias, calumnias y mentiras; otras, porque aun consistiendo en verdades, o medias verdades, con su declaración se busca como mínimo ridiculizar o poner de relieve determinados aspectos grotescos de la víctima, cuando no (que es casi siempre) atentar contra su honor y destruir su reputación o su buen nombre
, siendo así el cotilleo

«arma favorita de los asesinos de la reputación»,

como dice A. Bierce en su Diccionario del Diablo. (Me apresuro, sin embargo, a aclarar que tal definición responde a la voz «rumor», prueba evidente de la confusión que existe en estas cuestiones y de la necesidad de matizar al respecto.)
Por lo demás, si el rumor, como decimos, nunca dispone de una prueba fehaciente de aquello que se rumorea, el asunto del cotilleo puede ser algo tanto plenamente infundado como del todo falso o por entero cierto.
Pese a todo, lo característico del mismo no es tanto su relación con la verdad como el impulso que lo mueve: rebajar, no importa hasta dónde, a aquél sobre el que se despliega.

No es simple novelería, al modo en que entiende ésta Teofrasto:

«una invención de dichos y hechos falsos, a los que quiere su portavoz que se les preste crédito» [Caracteres, VIII],

porque la novelería, así entendida, cubre un campo mucho más amplio (al margen, volveré a repetirlo, que el contenido del cotilleo no tiene por fuerza que ser falso), y puede extenderse potencialmente a todo, en tanto que el cotilleo se halla referido expresamente al honor y la dignidad de las personas.
Un sinónimo mucho más adecuado sería «chismorreo»: no cabe chismorrear de alguien bien, como tampoco cotillear para resaltar sus destrezas o virtudes.

Existe, finalmente, otra importante diferencia entre el rumor y el cotilleo: la impersonalidad del primero, el que del mismo se hagan eco unos y otros, hace que podamos estar en boca de cualquiera, de alguien que ni siquiera nos conoce personalmente.
La ruindad (o a veces simple estupidez, dependiendo del objeto del rumor) de quien lo propaga es notable, mas no tanta como la del cotilla, porque quien cotillea de otro suele conocerle perfectamente, y, en consecuencia, es consciente, con toda seguridad, de lo verdadero o falso de aquello que propala.
Como la envidia, el cotilleo exige, por lo general, la proximidad y la cercanía. El rumor o la habladuría no tienen límites, quiero decir que pueden referirse a cualquiera; el cotilleo o el chismorreo, por el contrario, suelen tener sus cotos de caza predilectos
entre aquéllos con los que, en grado mayor o menor, se convive en

«Amistad de corral, fe de zorros y sociedad de lobos» [Chamfort, Máximas generales, 84].

Se pregunta Teofrasto que pretenden con sus invenciones esos cultivadores de la novelería, ya que no sólo mienten, sino que, además, tampoco obtienen ningún provecho de sus mentiras.
Si lo obtienen o no, es otra cuestión (porque es verdad que con frecuencia son desenmascarados y objeto de burla), pero el provecho que buscan es claro: sentirse un punto por encima de los demás en información, en relaciones personales o en inteligencia, para lo cual ningún otro camino encuentran que el histrionismo o la mentira en serie y compulsiva.
Si a eso añadimos superioridad en excelencia moral, habilidad social o talento, del tipo que sea, no otro es el provecho que persigue el chismoso, sólo que, de forma infinitamente más miserable que el simple embustero, lo hace destrozando la reputación y la dignidad de aquél al que ha colocado en el punto de vista de su venenoso cotilleo
.

En cualquier caso, me parece a mí que todo esto, como muchas otras cosas, tiene la importancia que quiera darsele. Quiero decir que el ser objeto de chismorreos o habladurías sólo pueda afectarnos hasta dónde estemos dispuestos a dejar que nos afecte.
Porque si de nada tenemos que avergonzarnos, qué importa lo que digan y quién preste oído a los murmuradores. A un individuo así, como dice Marco Aurelio:

«Lo que pueda decir o suponer alguien de él o hacer contra él, eso ni siquiera lo considera en su inteligencia, porque le es suficiente con actuar él mismo con justicia en lo que está ahora realizando y desear lo que le está siendo asignado, y con haber dejado a un lado todas las ocupaciones y empeños» [Meditaciones, 10.11];

y por eso hará más bien lo que hizo Sócrates, quien «A uno que le dijo: “¿No está aquél hablando mal de ti?”, respondió: “No, por cierto: nada me toca de cuanto dice”» [Diógenes Laercio, Vida de los más ilustres filósofos griegos, II, V];

aunque lo que es yo –lo confieso– no soy tan sufrido como para limitarme a encajar el golpe si se me presenta la ocasión de devolverlo, ya por procedimientos legales, si es el caso, ya, si no lo es, por el procedimiento que mejor me cuadre. No tengo ya edad para adornarme con dulzuras y mansedumbres que no poseo y que no tengo el menor deseo de poseer, porque en verdad creo que ningún adorno suponen.

De todos modos, lo ideal sería lograr que nuestros murmuradores se vieran obligados declarar lo mismo que Zoilo de Anfípolis, cuando le preguntaron por qué hablaba mal de todo el mundo, respondió: «porque, aunque quiero, no puedo causarles ningún daño».
Que el hablar mal de nosotros sea, pues, = una declaración de su impotencia para dañarnos de otro modo; y siendo así, no permitamos tampoco que lo hagan mediante el cotilleo mismo.

Pero es que, además, si bien se mira, quien tal hace con nosotros no deja, en algún sentido, de rendirnos un homenaje: porque con su vil acción pone de manifiesto que nos considera la suficientemente importantes como para estar pendiente de nosotros, y si leemos al revés lo que dice –y así hay que leerlo, y así deberían de leerlo los otros–, hay que concluir que nos considera buenos, inteligentes o hábiles, dependiendo de que quiera que se nos crea perversos, necios o torpes.
De manera que quien anhela desprestigiarnos con cotilleos y habladurías nos presta en realidad un gran favor si tenemos la suerte de que dé con el público adecuado.
Pero lo difícil es realmente eso: más fácil es que el oyente añada su propia piedrita al montón de desatinos, aportando, así, su modesta contribución a esa pequeña historia de la injuria.

Pero, en fin, si quieren hablar, que hablen: eso significa que no resultamos indiferentes. Ya lo decía Unamuno: lo importante es que hablen de uno… aunque sea bien. O como señala Oscar Wilde en El retrato de Dorian Gray:

«Sólo hay algo peor que el hecho de que hablen de uno, y es que no hablen de uno».


Última edición por Mysterio el Mar Abr 26, 2016 7:27 pm, editado 1 vez (Razón : Corregí ortografía y puse descansos entre párrafos.)
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Mensaje por Drark Mar Oct 07, 2014 12:46 am

Con este último posteo quise acercarme a la idea del "viaje" de los secretos.
Como se propagan, como actúan y como se ocultan. Nada más que simples características.
Tal vez disfrazadas en rumores y cotilleos, pero la idea esta ahí.
Entiendo que se habla de otras cosas, pero como decía se puede comparar para tener una mejor visión del asunto.


Última edición por Mysterio el Mar Abr 26, 2016 7:31 pm, editado 2 veces (Razón : Corregí ortografía y puse descansos entre párrafos.)
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Mensaje por Drark Mar Oct 07, 2014 12:58 am

Veamos por otro lado a "los secretos" desde un punto de vista incluso más abstracto, teniendo que ver con la psicología, pero trasladándose en fin a cosas concretas de nuestro mundo.

El Secreto

El secreto es común a todas las personas. Todos, sin excepción tienen una parte de sí que no llegan a comunicar a los demás,  existen experiencias, pensamientos, deseos que preferimos reservarnos, manteniendo su conocimiento restringido a unos pocos.  
Está el secreto que rodea a una fiesta sorpresa de  cumpleaños, están las cuitas de amor que se confían al amigo; incluso, hay una parte de sí mismo que no se llega a dar  a conocer por que hay una parte en nosotros mismos que no la acepta, que está convencida de que aquella característica es indigna y considera  inaceptable que nosotros la tengamos.
Así, hay algunos secretos asociados a sentimientos vergonzosos o de rechazo tan fuertes que producen una negación de la experiencia.

Con algunos secretos resulta ser que una parte de la experiencia o casi toda ella no alcanza a tener una representación dentro de nuestra estructura mental y así permanece en el inconsciente.
En estos casos la experiencia posee una carga emocional, incluso un efecto dentro de nuestra vida sentimental, sin embargo como una parte importante de la experiencia es negada a la conciencia y a nuestro mundo de relaciones, queda sin ser procesada, sin digerir, generando tensión, disconformidad, incluso sufrimiento.

Si la persona mantiene sectores importantes de su vida dentro de esa estricta reserva que excluye la aceptación de ciertas experiencias como propias, al cabo de un tiempo su estructura mental viene a ser como un mapa incompleto.  
A pesar de que este “mapa” es de gran importancia para la vida pues debe representar interiormente el mundo y experiencias que ha vivido la persona.

Esta representación del universo le sirve a la persona como guía y referencia; en ese sentido le facilita o entorpece el vivir. De acuerdo a la historia personal y formación que haya recibido, cada persona poseerá una estructura mental que representa al mundo, lo sustenta, justifica y convierte en algo viable.  
Esta estructura puede ser amplia y flexible,  facilitando el ajustarse a una amplia gama de experiencias futuras o por el contrario puede ser estrecha y rígida, poniendo en dificultades para ajustarse a situaciones que no estén representadas adecuadamente en dicha estructura mental.

De esta manera hay tan diversas estructuras o “formas de pensar” como personas existen; siendo las mismas aprendidas o “heredadas” de la familia.  Siendo cada arquitectura mental familiar la forma “natural” y “saludable” de ser.  
Sin embargo toda estructura mental puede ser mejorada, optimizada o reformulada. De hecho, muchas se beneficiarían grandemente con un re diseño.

El secreto por lo general está mas vinculado a personalidades con una estructura de valores muy rígido y punitivo, en donde la idea de “falta” o “pecado” está presente y amenazante.
Por ello cuando alguna experiencia no es aceptada por  dicho sistema de valores o creencias, la experiencia es guardada como un secreto, si no es reprimida y confinada a los límites de lo  inconsciente.
Este tipo de personalidad en su adaptarse a los cambios que exige la vida se flexibiliza a un costo muy grande (acompañado de sufrimiento) permitiendo que algunas de las experiencias reprimidas pasen a la conciencia y el sujeto las reconozca como suyas, pero las mantiene como secretos pues las considera como “travesuras” que prefiere mantener en reserva.

Entonces tenemos que existe una amplísima variedad de secretos, algunos sirven para formar lazos o alianzas entre personas que los comparten, existe los circunstanciales, aquellos que tienen fecha de inicio y fin establecida, cuyo contenido no es “de vida o muerte”.
Así como también están los otros, cuyo contenido resulta muy incómodo o doloroso.
Pudiendo ser entonces algo normal y cotidiano
, así como también motivo de una psicoterapia...

De esto se extraer cuestiones que terminan por dejarnos preguntando... Los secretos del mundo nos afectan inconscientemente?
Los secretos (siguiendo su camino de termino global y profundo) tienen funciones especificas importantes?
Se crean los secretos sabiendo que son secretos? Los secretos son valores mutables? o por el contrario son rígidos?
que son realmente los secretos?
forman parte de... algo mas grande y que nunca lograremos dilucidar, independiente de su carácter individual como secreto?
los secretos son consecuencia de un instinto?

Y unas afirmaciones... los secretos pueden ser la ejecución misma del pensamiento.
Pueden estar o mejor dicho formar parte integral en las diferentes variantes y funciones en los distintos ámbitos de nuestras vidas, desde la política y el manejo de las masas con incluso la corrupción y las conspiraciones (los secretos como forma negativa), pasando por aspectos sociales (mentiras, engaños, manipulaciones, sorpresas agradables, secretos individuales que salvaguardan a uno por miedos, o que producirían cambios importantes inaceptables, conveniencia.

Los que están para que haya falta de conocimiento conque puedan sacarte de ese espacio beneficiado (volviendo al ejemplo de la política). Están los secretos de carácter psicológicos (el inconsciente).
Los secretos de la naturaleza en conjunto con la filosofía, de cómo se producen ciertos procesos, de donde venimos, quienes somos y un sin fin de casos que abordan los matices completos de la vida  


Última edición por Mysterio el Mar Abr 26, 2016 7:34 pm, editado 1 vez (Razón : Corregí ortografía y puse descansos entre párrafos.)
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Mensaje por Mysterio Mar Abr 26, 2016 7:37 pm

Los cotilleos en pocas palabras son formas de denigrar verbalmente a las personas.
Son maneras sucias, solapadas o directamente agresivas para sobajar, humillar, herir y lastimar a la gente con chismes, palabras duras, groserías, rumores, en fin. Es el llamado BULLYING VERBAL.
No existen los secretos mientras hayan chismosos y metiches. Todos estamos propensos a los cotilleos y depende de nosotros el usar nuestro criterio y nuestra madurez para minimizarlos y no hacerles caso.
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Mensaje por Drark Miér Abr 27, 2016 7:47 pm

Es una gran observación. Lamentablemente no podemos evitar por completo que algunos destruyan o tergiversen los secretos para beneficio propio y que estos terminen siendo diferentes a la forma en las que se los habían concebido. A veces incluso los secretos adoptan diferentes matices con el propósito de esquivar y perdurar... pero jamás cambiarían su raíz.
Con esto me viene a la mente cual sería la dificultad para que alguien "profane" un secreto y no solo eso sino descubrirlo ante los demás.
Desde su origen el "secreto" gesta un nivel de accesibilidad especifico lo que determinará si se mantiene o no a través del tiempo.
También cabe aclarar que aquellos chismes y cotilleos pueden, en varias ocasiones, ayudar a que un secreto crezca si alguien no da en el punto justo para descubrirlo. Esto alimentaría al secreto haciéndolo cada vez más difícil de descifrar, habría múltiples resultados en bocas de todos.
Otro punto a determinar es a qué se llama "secreto". Voy a poner un ejemplo rápido para hacerlo claro. Un chico gusta de una chica. Empiezan los rumores. El origen los mismos: Alguien supuso que a él gustaba ella. Quizás con fundamentos lógicos se dio cuenta, pero lo divulgó buscando que la chica se entere en su simple afán por la diversión que le supone arruinar las cosas. ¿El secreto dejó de ser secreto desde que alguien se enteró? o el secreto deja de ser secreto hasta que llega a cierto objetivo, en este caso la chica de quien él gusta?
Ya que el secreto se originó para que la chica no se entere. Solo es ocultado a los demás porque si se enteraran sería la consecuencia de que ella también, pero su principal razón de ser es que ella no se de cuenta.
No estoy afirmando qué es en sí un secreto, solo quiero explicar que varias personas pueden ver con ojos diferentes.
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Mensaje por Mysterio Miér Abr 27, 2016 8:28 pm

Lo importante es que los secretos, los auténticos secretos de la Casona y de sus sombras, permanezcan inalterables, ya que eso es lo que atraerá a los nuevos visitantes, ávidos de lo tenebroso y de lo oculto...
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Mensaje por Drark Vie Mayo 20, 2016 9:51 am

Es indispensable distinguir que aveces la palabra misterio puede ser referencia directa a "la verdad" hasta el punto de interpretarla como sinónimos. Esto puede deducirse por el valor que conlleva su obtension y el intento de muchos en descubrirlo para diferentes fines benéficos. Su valor es innegable, ya que, en ocasiones particulares, es de difícil acceso (carácter oculto), o muta con los cambios. Sin embargo también cabe aclarar que puede ser inmutable, justo como se describe la verdad absoluta.

No es mi idea generar clasificaciones, pero me resulta que hay bases aparentes.
Encontramos en este sentido lo siguiente...

El misterio como fuerza positiva

El misterio activa a las personas con sensaciones de alegría por el placer de intentar conseguir el secreto tan bien guardado que contendrá, sobre todo, la felicidad.
Así también como una energía impulsadora para seguir cuando todo parece perdido e intentar alcanzar un saber mejor. (carácter superior de misterio)

El misterio como fuerza negativa
El exceso de energías y ganas de querer encontrarlo pueden alterar significativamente a las personas y arrastrarlas a acciones reprochables que pueden esquivar la moral.

Un misterio puede ser bueno o malo? eso depende de como lo utilicen ciertas personas?

El misterio también aterra y desconsuela. En ocasiones es sinónimo de perturbaciones abisales en donde la imaginación se va por las ramas de las diferentes dimensiones, planos, tiempos y espacios. Traspasando la linea de la cordura.
Un misterio puede ser un vacío dentro de algo que aparentemente llena.. esta confusión resulta en que las personas jueguen a ubicar algo dentro de los misterios, sea al final o no cierto.

Puede entenderse a esto como si el secreto estuviera detrás de un muro de ensueños donde uno puede ver reflejado algunos pensamientos incluso inconscientes.

Prosiguiendo con el tema llego a la conclusión de que el misterio en sí va mas allá de la creación de las personas y tiene que ver más con la estructura final en la que funcionan las cosas.

NO TENDREMOS POR NATURALEZA esas ansias, esa curiosidad por descubrir eso que "esta ahí"?. Casi como si el misterio nos insinuara.
Quizás los misterios tengan que ver más con este recorrido personal que con algo real allí afuera.
Aveces descubrimos algo que... impresionantemente nos hace descubrir algo de nosotros mismos.
Los encuentros con estos tips, secretos, ideas... cambian las vidas.
Quizás en algunos misterios se encuentre la conexión real entre el mundo exterior y el interior.
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